El síndrome del dolor miofascial proviene de la palabra “mio” que significa “músculo” y de la palabra “fascia” que hace referencia a un sistema de tejido conjuntivo, elástico, que envuelve las estructuras que conforman nuestro cuerpo.
El sistema fascial conecta todos nuestros órganos, ya que se prolonga ininterrumpidamente desde la superficie de todo el sistema muscular (bajo la piel) hasta las membranas de nuestras células, incluyendo todos los envoltorios de nuestros órganos, vasos sanguíneos, nervios, etc.
Al hablar de dolor miofascial nos estamos refiriendo a aquel que se desencadena en relación a determinadas bandas tensas que se van conformando por la sobre-activación muscular repetida.
Los músculos y sus fascias se van acortando, van traccionando y comprimiendo estructuras, lo que produce dolor y otras sensaciones.
Sobre estas bandas tensas suelen explorarse puntos gatillo, llamados así porque “disparan dolor” que típicamente se irradia a otras zonas del cuerpo.
Cuando los músculos trabajan hay un acortamiento de las fibras que los constituyen, dando lugar a un acercamiento entre sus extremos que denominamos contracción muscular.
El trabajo de un músculo es el resultado del trabajo de todas las fibras musculares que lo componen, y que están reunidas bajo un mismo envoltorio (fascia).
La génesis de los síndromes miofasciales se ha relacionado con el sobreuso o la sobrecarga muscular, lo que perpetúa la activación de las fibras musculares, que se agotan y se fibrosan.
La fibrosis produce pérdida de elasticidad, capacidad contráctil y oxigenación de los músculos. Se forman así las bandas tensas y los “nudos” de contracción que podemos explorar sobre nuestros músculos.
El origen de la sobre-activación muscular es diverso. En general se relaciona con esfuerzos mecánicos repetidos, mala higiene postural y/o estrés emocional.
El síntoma del síndrome del dolor miofascial principal es el dolor relacionado con los puntos gatillo y las bandas tensas. Este dolor se manifiesta o aumenta al presionar sobre las estructuras musculares acortadas.
Es característico que al estimular estas zonas el paciente perciba dolor a distancia, en áreas que teóricamente no se relacionan con aquellas donde se encuentran los puntos gatillo.
Por ejemplo, un punto gatillo en el músculo temporal puede irradiarse a una muela con características de pulpitis, un punto gatillo en la musculatura de la nuca (suboccipital) puede “disparar” una migraña, y los puntos gatillo del cuadrado lumbar pueden perfectamente imitar el dolor de un cólico nefrítico.
Además del dolor, en los síndromes miofasciales también hay pérdida de fuerza y falta de coordinación muscular, cambios posturales, artritis o sensaciones disestésicas (entumecimiento, adormecimiento, hormigueo, sensaciones quemantes o eléctricas, etc).
Es por esto que se puede considerar al síndrome miofascial como “el gran fingidor”, que puede distorsionar las sensaciones dolorosas y manifestarse sobre estructuras sanas, confundiendo al médico y al paciente.
Se puede considerar el dolor más frecuente de la humanidad, aunque quizás es el que menos se diagnostica, ya que no se puede objetivar con ninguna prueba diagnóstica habitual. Hay que explorarlo.
Hemos de considerar que nuestro sistema musculo-fascial es el que más se activa ante situaciones estresantes, bien se trate de un estrés mecánico o emocional.
Es muy importante el abordaje del síndrome miofascial en cualquier otro proceso doloroso crónico, independientemente de su naturaleza y ubicación.
La explicación es el “estado de alerta e inmovilización” con el que reaccionan nuestros músculos ante cualquier otro dolor local.
Por ejemplo, solamente descartando el dolor miofascial de la musculatura relacionada con una cadera dolorosa podremos ponderar cuanto duele realmente la articulación.
Nuestros protocolos organizan un tratamiento miofascial previo, que una vez controlado nos permite descifrar otras estructuras dolorosas para ser tratadas de una manera más específica y con mayor probabilidad de éxito.
Cuando se estudian en profundidad las zonas de bandas tensas y puntos gatillo se observan los siguientes fenómenos:
El dolor crónico favorece el acortamiento muscular mantenido como una reacción lógica con objeto de inmovilizar y proteger la zona dañada (Contracción protectora).
Es necesario explorar minuciosamente el componente miofascial en todos los pacientes con dolor crónico.
El dolor crónico suele englobar varios componentes, que se han de explorar y abordar por separado.
Tratar el componente miofascial del dolor favorecerá una respuesta beneficiosa si posteriormente tratamos un dolor artrósico o neuropático.
El dolor miofascial ha de ser considerado en pacientes con dolor cervical, dolor lumbar, dolor craneomandibular, dolor crónico extendido con sensibilización central, fibromialgia, etc.
Incluso puede ser limitante en pacientes con dolor oncológico, especialmente en torno a las zonas tratadas con radioterapia.
El dolor en el síndrome miofascial responde escasamente a la medicación. Habrá que trabajar las bandas tensas y las retracciones miofasciales con diferentes estrategias.
Hay técnicas de fisioterapia muy específicas, y también se ha descrito la eficacia de las infiltraciones y la aguja seca para la disolución de los acortamientos musculares y la recuperación de la elasticidad miofascial.
Nuestros protocolos aplican anestésico local muy superficial, ozono médico y técnicas especializadas de fisioterapia.
Conseguimos desprogramar la musculatura, reoxigenar los tejidos y recuperar su movilidad y elasticidad (optimización de cadenas musculares y miofasciales).
También es importante, desde el punto de vista Bio-Psico-Social del dolor, educar al paciente para que comprenda su problema y trabaje su biomecánica, así como evitar desencadenantes, como sobreesfuerzos, malas posturas, problemas de sueño o problemas psicológicos.