Un ligamento es una estructura fibrosa, muy resistente, que une dos estructuras óseas.
Un esguince es un estiramiento excesivo de las fibras de un ligamento, que por un movimiento extremo terminan por distenderse y romperse en mayor o menor medida.
La incidencia es alta, afectando entre un 70-80% de los futbolistas o jugadores de baloncesto.[1], [2]
Cursan con dolor severo e inflamación. A veces, si no hay una recuperación completa y adecuada la estabilidad entre los huesos que une el ligamento se resiente, restando estabilidad a la articulación, favoreciendo las recaídas.
Son los esguinces de repetición, que se asocian a debilidad muscular y falta de rendimiento.
Los esguinces pueden ocurrir en cualquier ligamento del cuerpo, pero los más frecuentes de la práctica deportiva tienen lugar en la rodilla o en el tobillo, y suelen ser más frecuentes en la pierna dominante. [3]
El caso del esguince de tobillo, un estudio demostró que una parte importante de los deportistas con esguinces de tobillo seguían teniendo síntomas más de tres años después, debido a la falta de estabilidad.[4]
Los meniscos son estructuras fibrosas que se interponen entre dos superficies óseas para favorecer que éstas encajen entre sí.
Están sometidos a una gran carga, pues absorben los impactos que tienen lugar sobre los huesos y las articulaciones.
Según se ha publicado, en el caso de la rodilla, en la que tenemos dos meniscos, uno interno y otro externo, el menisco interno es el que se lesiona con más frecuencia.[5]
Hay personas con predisposición a este tipo de lesiones, debido a particularidades congénitas o metabólicas.
También serán factores predisponentes ciertas particularidades anatómicas que limiten una congruencia adecuada entre las superficies óseas que se han de acoplar.
A veces, la inestabilidad de las articulaciones debida a esguinces previos favorece las lesiones meniscales.
En las roturas menores los tratamientos serán más conservadores, pero se puede necesitar la extirpación del menisco.
La incidencia de las lesiones meniscales que dan lugar a una meniscectomía es de 61 por cada 100.000 habitantes.[6]
Para algunos autores, estas lesiones son más frecuentes en mujeres que en hombres, posiblemente porque éstas tienen más laxitud ligamentaria.[7]
En el caso de la rodilla, las lesiones suelen ser más frecuentes en la pierna dominante, que suele someterse a más carga, especialmente en deportes de salto como el baloncesto.
Las lesiones musculares suponen un 30% del total de las lesiones deportivas, siendo una de las principales causas de interrupción de la actividad.[8]
Los desgarros y roturas musculares figuran entre las lesiones deportivas más frecuentes.
A menudo obligan a la inactividad durante varias semanas.
Han de ser valoradas por un especialista, que dirigirá el tratamiento según la extensión de la lesión y el músculo afectado.
Se decidirá si el tratamiento ha de ser quirúrgico o conservador.
Los daños musculares por un traumatismo directo han de ser especialmente valorados, por si fuera necesaria la reparación quirúrgica.
En cuanto a los daños indirectos, por sobrecarga crónica, la unión entre el músculo y el tendón suele ser la parte que más sufre por estar sometida a más mecanismos de torsión.
Como consecuencia se afecta la microcirculación y el músculo se vuelve rígido, menos elástico, traccionando sobre los tendones y el periostio, que se pueden inflamar extendiendo la lesión.[9]
Las roturas fibrilares de la musculatura de la pantorrilla son especialmente frecuentes en atletas, tenistas (pierna de tenista) y futbolistas.
Tanto los gemelos, como el soleo o el músculo plantar darán lugar a tracción sobre el tendón de Aquiles, produciendo tendinitis secundaria, o incluso inflamación de su unión con el calcáneo (periostitis calcánea).
Si se cronifican, estas lesiones pueden limitar durante años la actividad deportiva.[10]
En la musculatura del muslo son frecuentes las lesiones, tanto del cuádriceps, en la cara anterior, como de la musculatura isquiotibial (en la cara interna de la pierna).
Se ha descrito lo importante que es la relación entre estos dos componentes musculares, ya que la limitación de uno de ellos terminará sobrecargando y limitando al otro.[11]
Los tendones son las estructuras que unen los músculos a los huesos, transmitiendo la fuerza de palanca necesaria para la realización de los movimientos.
Las lesiones fibróticas y los acortamientos que limitan la función muscular pueden aumentar la tracción sobre los tendones, inflamándolos y generando una tendinitis secundaria, limitando la actividad deportiva y de la vida cotidiana, ya que su escasa vascularidad hace que sean lesiones resistentes a los tratamientos.
Desde un punto de vista especializado, es importante distinguir entre tendinitis y tendinosis.
La tendinitis implica la presencia de células inflamatorias, y la tendinosis es una degeneración del tendón (generalmente por sobreuso y mal entrenamiento), cuya vascularidad y organización de las fibras de colágeno se ven afectadas sin que haya tejido inflamatorio.[12]
En los últimos años, el aumento de la actividad deportiva en general ha aumentado este tipo de lesiones, secundarias al exceso de uso, a la realización de ejercicios mal ejecutados o al entrenamiento con equipamiento inapropiado.[13]
La tendinitis de la rodilla, o “rodilla del saltador” es frecuente en atletas cuya actividad supone una palanca (carga excéntrica) sobre el tendón rotuliano, que es el que une el cuádriceps (en la cara anterior del muslo) con la tibia.
A pesar de ser uno de los tendones más potentes del organismo, sus lesiones van en aumento, en consonancia con el incremento general de la actividad deportiva. [14]
La tendinitis del hombro es frecuente en deportes como el balonmano, el jockey sobre hielo, o la natación (hombro del nadador).
La complejidad del hombro, que en realidad es un conjunto de varias articulaciones perfectamente acopladas entre sí, hace que las lesiones sean complejas, con afectación conjunta, tanto de los tendones, como de los músculos y de la articulación acromioclavicular (entre la clavícula y el acromion). [15]
Las tendinopatías de muñeca son las más frecuentes en relación con la actividad deportiva que sobrecarga el miembro superior, como el tenis, el balonmano, el balón-volea o la gimnasia.
Podemos resaltar como más frecuentes la tenosinovitis de De-Quervain, que afecta a los tendones que mueven el pulgar separándolo de la mano, seguida de la tenosinovitis del tendón extensor cubital del carpo, que tracciona de la mano afuera.
Otras tendinitis importantes en este área son el síndrome de intersección, que afecta a los tendones extensores de la mano, la tendinitis del extensor largo del pulgar y la tenosinovitis de los tendones flexores (asociada al síndrome del túnel carpiano).[16]
El síndrome de la cintilla iliotibial es la tendinitis por sobrecarga más frecuente en la rodilla.
La cintilla iliotibial recorre el muslo por su cara lateral, partiendo desde el músculo tensor de la fascia lata y glúteo mayor para insertarse en la cara externa de la rodilla.
Esta lesión es más frecuente en corredores y ciclistas.
El roce repetido de la cintilla contra el cóndilo externo del fémur da lugar a su degeneración y/o inflamación (síndrome de fricción).[17]
La tendinitis de la pata de ganso es la inflamación de los tendones de inserción de los músculos, que desde la cara interna y posterior del muslo se insertan sobre la parte interna de la tibia.
Es uno de los dolores más frecuentes en la rodilla artrósica, aunque también se da en la actividad deportiva que impacta sobre la rodilla, especialmente en los corredores.[18]
Las tendinopatías del tendón de Aquiles son de las más frecuentes en el mundo del deporte.
Este tendón es muy potente, y une la musculatura de la pantorrilla con el talón.
Una vez más, será importante ponderar el alcance de la lesión por un especialista para valorar si la reparación quirúrgica es pertinente.[19]
Realmente, la causa de las molestias por periostitis no es bien conocida, aunque se sugiere que la tracción sobre la superficie ósea, allí donde los tendones se insertan, termina por lesionar el periostio y la superficie del hueso, que terminan inflamados.
Con frecuencia afecta a la cara interna de la tibia, allí donde se insertan los tendones de la pata de ganso, denominándose síndrome de estrés tibial, síndrome soleo o periostitis tibial.
Es frecuente en corredores y bailarines, especialmente del sexo femenino. Su incidencia se estima entre el 4 y el 35%.[20]
Otras veces, la tensión y la descompensación de la musculatura produce tracción e inflamación en los huesos púbicos y la articulación de su sínfisis, denominándose osteopatía de pubis o sinfisitis púbica.
La osteopatía de pubis es una de las periostitis más frecuentes, sobre todo en futbolistas.[21]
Si las tracciones son muy intensas pueden desprender total o parcialmente parte del hueso allí donde los tendones se insertan.
Son las llamadas fracturas por estrés, más frecuentes en atletas, especialmente corredores de campo a través.
Afectan más a mujeres sobre todo en las extremidades inferiores, especialmente en la tibia, el peroné y los metatarsianos.
Para su diagnóstico son fundamentales los estudios de imagen. Especialmente la resonancia nuclear magnética.[22]
También llamada síndrome del espolón calcáneo o del talón doloroso.
Es la inflamación de la fascia plantar, que es el tejido fibroso denso que cubre la planta del pie protegiendo las estructuras osteomusculares de la misma, saltando desde el talón hasta los dedos.
Su inflamación causa un dolor agudo, punzante y con frecuencia muy limitante, especialmente con los primeros pasos.
Afecta por igual a atletas de ambos sexos, ya sean profesionales o amateurs.
Es un proceso degenerativo que tiene que ver con factores como las particularidades anatómicas y funcionales de cada uno.
En los corredores es la dolencia más frecuente tras la pata de ganso (síndrome de estrés tibial medial) y la tendinitis aquílea.[23]
Los deportistas pueden padecer dolor lumbar secundario a una sobrecarga mecánica repetitiva.
En general se considera que si el dolor se exacerba con una inclinación anterior, provendría del compartimento anterior de la columna, como el disco intervertebral, y si el dolor aumenta al inclinarse hacia atrás provendría del compartimento posterior, como las articulaciones facetarias, que son aquellas que ensamblan las vértebras entre sí.
Pero el dolor lumbar en deportistas suele ser combinado, ya que los acortamientos y las tensiones musculares no solo duelen por si mismos, si no que también pueden comprimir las raíces de los nervios que salen desde la columna (plexo lumbar).
Aunque la tónica ha de ser siempre el aplicar tratamientos lo más conservadores posible, este hecho cobra especial relevancia en el tratamiento de los deportistas, especialmente si son profesionales.[24]
También se denomina parálisis del manillar, ya que es frecuente en ciclistas, por la sobrecarga y la compresión que se produce al estar apoyado y comprimir la parte externa de la palma de la mano con el manillar de la bicicleta.
Esta es la región del nervio cubital, y su lesión después de una carrera larga, especialmente si hay grandes bajadas, dará lugar a una lesión aislada de la rama motora terminal profunda del nervio, lo que hace que se paralice la zona que inervada, con sensación de acorchamiento y falta de coordinación.[25]
Esta patología se debe a la compresión mantenida sobre la zona de los nervios pudendos, que son los que salen hacia adelante desde el suelo pélvico e inervan la zona del periné.
El suelo pélvico es la hamaca de músculos, tendones y ligamentos que se encuentran en el suelo de la pelvis y sustentan las vísceras abdominales.
La sobrecarga mantenida sobre esta zona puede dar lugar a procesos inflamatorios y tensiones musculares que, a su vez, pueden comprimir el trayecto de los nervios pudendos.
El acople del ciclista sobre las zonas de carga, como son el manillar y el sillín son indispensables para evitar gran parte de estas patologías.
Con respecto al sillín, se ha descrito la presencia de rozaduras, foliculitis perineal y furúnculos, nódulos perineales subcutáneos, neuropatía pudenda, impotencia masculina, uretritis traumática y una variedad de traumatismos vulvares.[26]
La sobrecarga mecánica sobre la rodilla puede producir una lesión en la articulación femoropatelar, que es la que está entre la rótula y el fémur.
Varios estudios epidemiológicos han demostrado que el dolor por lesiones de rodilla es padecido entre el 14,8 y el 33% de los ciclistas que practican pedaleo de larga duración.
Aunque los mecanismos biomecánicos exactos envueltos en esta patología no están claros, hay consenso en que ajuste de la distancia entre el sillín y el pedal parece fundamental para evitar este tipo de lesiones.[27]
El pedal de la bicicleta es el punto de aplicación y transferencia de toda la energía del ciclista sobre la bicicleta.
Tanta carga y tan repetitiva puede ser causa de lesión en los dedos de los pies, provocando dolores, tanto musculares como por compresión de los nervios que discurren entre los metatarsianos, cuyo deterioro dará lugar a un dolor quemante, que se irradiará a la planta del pie y los dedos.
Un estudio de cohortes publicado en el Journal of Science and Cycloing registra una prevalencia de pie doloroso de un 53,9%.[28]
Hoy día se acepta que la actividad deportiva supone un aumento del estrés oxidativo, que es el aumento de radicales libres en nuestras células.
Para paliar sus efectos negativos el organismo pone en marcha la producción de antioxidantes, cuya misión es la de evitar que estos radicales nos dañen.
Cuanta más actividad deportiva, mayor será la producción de radicales libres y mayor el estrés de nuestras células.
Hay muchos trabajos científicos que demuestran la importancia de una buena alimentación para un rendimiento deportivo seguro y eficaz.
Se piensa la ingesta de suplementos antioxidantes podría ser eficaz, pero se trata de un concepto en entredicho, pues algunos estudios sugieren que la ingesta a largo plazo también podría ser perjudicial.[29]
Por otra parte, para afrontar los problemas del sobre-entrenamiento deportivo es necesario poner en marcha un plan nutricional personalizado.
Se han de planificar protocolos de rehabilitación deportiva, dieta adecuada y ozonoterapia sistémica, que ha demostrado su eficacia y seguridad para activar los sistemas antiinflamatorios y antioxidantes.
Es el único elemento seguro y muy bien tolerado, con evidencia científica, como regulador del equilibrio de oxido-reducción celular, que es la clave de la recuperación.[30]
Confusión, falta de memoria, mareos, visión borrosa y dolor de cabeza.
Es el llamado síndrome concusional que se ha descrito en los boxeadores, ya sean amateurs o profesionales.
Los microtraumas repetidos del golpeo tienen efectos sobre el sistema nervioso central.
Desde los años 50 hubo preocupación por los efectos a largo plazo de la práctica de este deporte, con la producción de una encefalopatía crónica, justificada por numerosos exámenes patológicos realizados a boxeadores vivos.
Las medidas de seguridad se han acentuado en los últimos años, gracias a la preocupación de las autoridades del boxeo. [31]
Referencias
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